Estamos inmersos en un mundo atestado de datos, frases, signos y señales. Nuestro horizonte ha cambiado, se ha tornado en apariencia, de carácter planetario. Pero ello no importa necesariamente que estemos al tanto de todo lo que sucede en el mundo, ya que, a pesar de estar atiborrados de información no siempre sabemos su procedencia y su diversidad. Se menciona entonces el concepto de que estamos viviendo en la Sociedad de la Información. Para acercarnos a una definición de este concepto, tendremos en cuenta los rasgos distintivos que señalar el Dr. Raúl Trejo Delarbre, Investigador de la Universidad Autónoma de Méjico. Para este autor se verifican Diez rasgos de la Sociedad de la Información
Exuberancia. Que se verifica en una apabullante y diversa cantidad de datos.
Omnipresencia. Los nuevos instrumentos de información están en todos lados, formando parte de nuestra cotidianeidad. Mientras nuestros abuelos crecieron con la radio, los jóvenes de hoy nacieron cuando la televisión satelital ya era un hecho consumado. Se comunican a través del Chat, del correo electrónico y manejan programas de navegación en la red de redes con una habilidad e innata. Esa es la Sociedad de la Información.
Irradiación. La Sociedad de la Información no tiene fronteras en cuanto al intercambio de mensajes, vía correo electrónico.
Velocidad. La comunicación, salvo fallas técnicas, se ha vuelto instantánea.
Multilateralidad / Centralidad. Si bien recibimos información de todas partes, no es menos cierto que las series y filmes más conocidos son elaborados en los Estados Unidos. Igualmente las páginas de Internet más visitadas son de origen estadounidense y, todavía, el país con más usuarios de la red de redes sigue siendo Estados Unidos.
Interactividad / Unilateralidad. A diferencia de la comunicación que ofrecen la televisión y la radio tradicionales, los nuevos instrumentos informativos admiten el doble juego de usuarios consumidores y productores de sus propios mensajes. Sin embargo esa capacidad de la Internet sigue siendo poco utilizada. La gran mayoría de sus usuarios son consumidores pasivos de los contenidos que ya existen en la Internet.
Desigualdad. La Sociedad de la Información ofrece muchos contenidos y posibilidades para acceder a la educación y al intercambio entre personas de distintos lugares del mundo, todo lo cual parecería otorgarle la posibilidad de ser el remedio a las muchas carencias que padece la humanidad. Sin embargo la Internet, igual que cualquier otro instrumento para la propagación y el intercambio de información, no resuelve por sí sola los problemas del mundo. Es más el acceso a Internet es mucho más alto entre los ciudadanos de las naciones más industrializadas que en los países pobres o incluso en los segmentos marginales de los países más desarrollados. Heterogeneidad. En los medios contemporáneos, se multiplican no solo los espacios de creatividad , inteligencia y arte sino que también aparecen los prejuicios, abusos y otras actitudes y posiciones negativas.
Desorientación. La gran cantidad de información a la que podemos acceder puede generar dos situaciones contrarias. Por un lado promover el desarrollo social y personal. Pero también agobio y saturación para quienes recibimos o podemos encontrar millares de noticias, símbolos, declaraciones, imágenes e incitaciones de casi cualquier índole a través de los medios que conforman la sociedad de la información. Este cúmulo de datos no es necesariamente fuente de enriquecimiento cultural, sino a veces de aturdimiento personal y colectivo. No basta con saber abrir un programa sino que es necesario tener las herramientas para saber elegir.
Ciudadanía pasiva. La propagación y abundancia de mensajes, la preeminencia de contenidos de carácter comercial emitidos mayoritariamente propagados por grandes consorcios mediáticos, a lo que se suma la falta de capacitación y reflexión suficientes sobre estos temas, hacen que la Sociedad de la Información tenga su eje en el consumo que prevalece sobre la creatividad. Es más un intercambio comercial que un intercambio cultural.
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